domingo, 3 de abril de 2016

El secreto del faro. Primera parte


                                  Primera parte


Las dos amigas estaban ilusionadas por comenzar sus vacaciones. En el momento de subir a la embarcación, tenían la emoción a flor de piel.
- ¿Crees que hicimos bien aceptando la invitación de tu tía?- preguntó Emma-
-¡Claro!- respondió Natalia. - Así le haremos compañía. Lleva tanto tiempo haciéndose cargo del faro... desde que murió mi tío se siente muy sola.
- Se avecina temporal- les dijo el patrón de la lancha que las acercaba al faro.
-En días así su tía se queda aislada- siguió diciendo.
-Utiliza la lancha que tiene en el embarcadero para ir al pueblo, así tiene provisiones para pasar los temporales.
A lo lejos, el faro cubierto de una espesa niebla, infundía temor...
-Su tía es muy tozuda. Es innecesario que viva ahí, ahora el faro funciona de forma automática. Pero Ana se acostumbró a esa vida, y no hay nada que la saque de allí.
Cuando llegaron al embarcadero, las olas hacían que la lancha se balanceara en un vaivén tan intenso, que difícilmente pusieron pie en tierra.
-Pasen unas buenas vacaciones señoritas- Dijo a modo de despedida el barquero.
- Muchas gracias- Respondieron las dos chicas.
Acercándoles las maletas, le hizo una recomendación:
-Recuerden que la cobertura de teléfonos móviles, no siempre va bien en estos parajes. Si suben a lo alto del faro irá mejor.
-Gracias otra vez.
Cogieron las maletas y se encaminaron hacia el faro.
Emma preguntó - ¿Hace mucho que murió tu tío?.
-Tres años- contestó Natalia.
-En realidad, la farera es mi tía- siguió diciendo - mi tío solo la acompañaba, era pescador.
-¿No tuvieron hijos?- siguió preguntando Emma.
-No. Por eso mi tía ahora se siente tan sola.

Las vistas desde el camino que llevaba hasta el faro, eran impresionantes. El inmenso océano y el intenso verdor, regalaban  la vista.
Fueron directas a la casa del farero. Una construcción en la base del faro.
La puerta estaba entreabierta, dentro, un tazón de desayuno reposaba en la mesa de la cocina. En la encimera unos filetes preparados para freír.
-¡Tía Ana!- Gritó Natalia -ya estamos aquí.
Ninguna respuesta.
-Vamos hasta el faro. seguro que está allí- decidieron.
-¡Claro! en qué otro sitio podría estar
-Jajaja- rieron alegres.
Entraron en el el faro y llamaron al unísono - ! Tía Ana, tía Ana!
no obtuvieron respuesta alguna.
-Que raro, subamos- decidieron.
Iniciaron el ascenso por las interminables escaleras. mientras oían el ruido de las olas y el viento.
- ¿Estaremos seguras aquí? pregunto temerosa Emma.
-Por supuesto que sí- contestó Natalia- no olvides que este faro lleva aquí toda la vida.
-Es verdad- respiró aliviada Emma.
Cuando faltaba poco para llegar a la cima del faro, vieron en las últimas escaleras, un teléfono móvil caído. Lo recogieron mirándose una a la otra, y siguieron el ascenso.
Cuando llegaron, no había nadie, solo la inmensidad del océano. Durante un rato se quedaron mirando las grandiosas  vistas. Comprendieron la importancia que tenía el faro para la guía de los navegantes.
-¿Dónde estará?- se preguntaron, volviendo a la realidad.
-Es extraño, sabía que veníamos.
-Y su móvil caído... me estoy asustando- dijo Emma.
-Bajemos a la cala- decidió Natalia.
Descendieron las escaleras, apurando el paso nerviosas.
Al salir, el temporal arreciaba. Retrocedieron y se volvieron a meter en el faro. Fue en ese momento, en el que vieron algo que no habían reparado al subir, algo que las sobrecogió.
                    
                           Fin de la primera parte.











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