viernes, 25 de marzo de 2016

Las vidas

Inicio mi nuevo blog con ilusión, me gusta escribir relatos. Espero haceros pasar unos ratos agradables.




Asomada al acantilado miró hacia abajo, las olas rompían contra las rocas con furia. Estremecida dio un paso atrás y miró al horizonte, el mar estaba embravecido.
De vuelta a casa la lluvia azotaba su rostro, el impermeable no resguardaba su cuerpo y estaba empapada. Miró su casa a lo lejos y su mente retrocedió un año...


Sentada en el banco, el viento mecía  su cabello al tiempo que hacía caer las últimas hojas de los árboles. Melancólica meditó si había tomado la decisión acertada. De vuelta a casa como de costumbre, se detuvo en la floristería, y escogió con mimo el ramo de flores de temporada, oliéndolas, pensó que las próximas serían de su propio jardín.
Las escaleras que tantas veces subió, hoy se le hicieron más largas. Al meter la mano debajo de la alfombra, notó dos llaves y sus dedos temblaron. Abrió la puerta y paseó su mirada por las cajas apiladas, su vida metida en ellas. Asomada a la ventana vio la figura que se alejaba, arrastraba una maleta y en el brazo una caja, no toda su vida estaba en las cajas, una parte se iba con él. El sonido del timbre la asustó, su amiga entró como el torbellino que era.
- Hola Sara - dijo sin demasiado entusiasmo, sabía que tendría que aguantar el enésimo sermón.
- Marta ¿está totalmente decidido? cambiar toda tu vida supone un vuelco muy importante.
- Está decidido, es lo que quiero. Lo he hablado en la oficina, seguiré trabajando desde casa.
- Tom no lo ha aceptado.
- Se ha ido. Lo acabará entendiendo.
- ¿Y si no es así?
- Seguirá su vida y yo la mía.
Sara se abrazó a su amiga con lágrimas en los ojos.
- Te echaré de menos, tozuda.
- Podrás visitarme cuando quieras. Lo sabes.



Aparcó su coche en el camino de entrada. La casa, su casa, parecía recibirla con el jardín necesitado de una mano amiga. Era lo que quería, las flores siempre habían sido su pasión. Bueno, las flores y los animales, pensó viendo el lindo gatito negro que parecía esperarla sentado en el escalón de la entrada. Buen comienzo, buenas vibraciones. Subió a las habitaciones, situadas en la planta de arriba, se asomó al balcón, y vio lo que le había atraído la primera vez que visitó la casa. El océano y los escarpados acantilados. Esa primera vez, lo habían admirado los dos. Él le dijo:
- Perfecto para navegar.
Luego las cosas se torcieron y Tom no quiso cambiar su vida. Recordó con tristeza.
Pasaron los días y se sentía feliz, era lo que estaba buscando, soledad, tranquilidad y flores, muchas flores. El jardín, ahora sí, esplendoroso con sus fragancias favoritas.
Cada cierto tiempo, bajaba al pueblo cercano, hacía sus compras y regresaba. Una de las veces lo hizo acompañada de un perro negro, sí también negro, que encontró abandonado. Ahora Draco hacía buenas migas con Dalton.
Asomada a la ventana vio una figura que se acercaba. Arrastraba una maleta y en su brazo una caja, parte de su vida volvía. Bajó corriendo y lo abrazó con fuerza.
- El trato sigue en pie, saldré a navegar- le recordó Tom besándola.
Sabía que a ella no le gustaba. Pero estaba aquí y eso era lo importante.

Llegó a casa y se quitó el impermeable, estaba empapada. El perro lamía sus manos mojadas y gemía, Dalton estaba acurrucado en su cesto al calor de la chimenea. Los gatos no tienen la sensibilidad de los perros, Draco se entristecía cuando sus amos discutían, y la última había sido fuerte.
- ¡Estoy aquí aislado del mundo por ti!- gritó Tom .
- ¡Déjame salir a navegar por lo menos! - siguió gritando.
- ¡Con este temporal no! ! Te lo pido!- respondió gritando.
Fue suficiente para que el cogiera su chubasquero y bajara el sendero que llevaba al embarcadero.
De eso habían pasado seis horas. Su corazón estaba encogido, se sentía culpable por arrastrarlo a su cambio de vida.
Volvió al acantilado, esta vez acompañada de Draco. No había mejorado el tiempo, arreciaba el temporal. El mar embravecido siempre le infundía temor. Se asomó otra vez al profundo abismo, no se veía nada. Draco ladró al otro lado moviendo el rabo, era la subida del embarcadero, vio una figura asomarse, en su mano arrastraba los restos de una ropa de aguas.
Su vida regresaba.