domingo, 10 de abril de 2016

El secreto del faro. Segunda parte

Segunda parte




Al entrar de nuevo en el faro vieron algo en lo que no habían reparado. Algo que las sobresaltó. Una silla manchada de sangre se encontraba tirada al lado de una puerta.
- ¡Dios mío! ¿Qué habrá pasado con mi tía? - gritó Natalia.
-¡Llamemos a la policía!- gritó a su vez Emma.
Aterradas, comprobaron que los teléfonos móviles no tenían cobertura.
-¿Recuerdas que el barquero dijo que en la cima habría cobertura? Subamos deprisa.
Las dos iniciaron la subida, esta vez corriendo. Cuando llegaron respiraban con dificultad y apenas podían articular palabra. Nerviosas teclearon el número de la policía, comprobaron aterradas, que en lo alto del faro no podían comunicarse con los móviles. Emma se rompió y empezó a sollozar con fuerza.
-¡Es horrible ¿Qué podemos hacer? ¡Tengo mucho miedo!
Natalia intentó calmarla -Respira y trata de tranquilizarte, desesperadas no conseguiremos nada.
Emma se sentó en el suelo, y sollozó más tranquila, poco a poco se fue calmando.
-De acuerdo, ahora pensemos despacio qué podemos hacer- dijo Natalia, tratando de aparentar una tranquilidad que no tenía.  En ese momento recordó la puerta que se encontraba en la entrada del faro.
-¡Bajemos!
Corrieron otra vez escaleras abajo. Al llegar comprobaron que la puerta se encontraba cerrada con llave. Movieron con fuerza la manilla al tiempo que empujaban, nada se movió. Pasearon la mirada por la estancia, vieron una barra de hierro junto a la ventana. Natalia la cogió y empezó a golpear con fuerza la manilla de la puerta, esfuerzo en vano.
-¡Ayúdame a golpear!- pidió a Emma, que se encontraba paralizada por el terror. Las dos golpearon con todas sus fuerzas, al tercer intento la cerradura saltó. Empujaron la puerta que daba a unas escaleras que parecían dar al sótano del faro.
¡Tía Ana, tía Ana! gritaron.
Escucharon una especie de quejido al fondo. Todo se encontraba demasiado oscuro.
-Subo a buscar una linterna- decidió Natalia. 
-¡Yo no me quedo sola aquí!- gritó Emma.
-Vamos- pidió Natalia subiendo las escaleras. Cerca de la puerta, tocó con la mano lo que parecía ser un interruptor.
- Parece la llave de la luz- dijo al tiempo que lo accionaba, una luz fluorescente parpadeó antes de encenderse. Esta vez con todo iluminado, vieron numerosos objetos, era como una especie de almacén del faro.
-¡Tía Ana!- volvieron a gritar. El mismo sonido les respondió, como un quejido. Venía del fondo de la estancia.
-¡Está allí!- Corrieron hacia ella, estaba maniatada y amordazada acurrucada en un rincón. Le quitaron la mordaza al tiempo que vieron la herida en su frente, ya no sangraba.
-Estás herida- dijo Natalia.
-No te preocupes- la tranquilizó -trata de quitarme la cuerda. Por aquellos cajones hay unas tijeras- indicó. Corrieron a la estantería, en el segundo cajón estaban las tijeras. Con muchas dificultades liberaron a su tía.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Natalia, a la vez que la abrazaba con fuerza.
-Ahora os lo cuento, primero tengo que avisar a la policía.
-Los teléfonos no funcionan.
-Arriba tengo una emisora para ponerme en contacto con los guardacostas- subamos.
Iniciaron el ascenso con dificultad, ayudando a su tía. Mientras, esta les relataba lo sucedido:
-Hace un tiempo, vimos desde el faro, como en un día de temporal una embarcación estaba a la deriva, hasta que terminó hundiéndose. Avisamos a los guardacostas, pero no encontraron supervivientes.
En la mitad del ascenso, tuvo que sentarse, estaba agotada. Continuó con su relato.
-Poco tiempo después tu tío salió como todos los días a pescar. Llegó con lo que había sacado en la red, peces y una escultura de madera, parecía antigua y tenía unas inscripciones. Dedujimos que la embarcación hundida transportaba algún tipo de contrabando de antigüedades, y esa escultura había salido a flote.
Siguió relatando. -Ya sabes lo terco que podía ser tu tío. Se empeñó en guardarla. Pero también en contarlo en la taberna del pueblo, cualquiera pudo escucharlo...
- ¿Qué pasó luego¿-preguntó Emma.
-Nos olvidamos de ella. La tapamos con una manta y la guardó en el almacén del faro. Ayer aparecieron dos hombres cuando
 estaba entrando en el faro- Ana se paso la mano por la frente, y emitió un quejido. - Me preguntaron dónde estaba la escultura- siguió contando- les dije que no sabía de que me hablaban, y me golpearon con fuerza, al tiempo que caí al suelo.
-¡Sabemos que tu viejo la encontró. Dinos donde está, o lo pasaras mal!- amenazaron.
-Está en el sótano, les dije aterrorizada.
-llévanos allí.
-Bajamos, y les mostré la manta que envolvía la escultura.
-Ávidos, la desenvolvieron al tiempo que decían, nos darán un buen dinero por ella.
-Luego- continuó relatando- me maniataron, amordazaron y empujaron al rincón gritando ¡Cuándo te encuentren, ya estarás muerta vieja! el resto ya lo sabéis. Gracias por salvarme- dijo abrazándose a las chicas sollozando.
-Vamos a subir y avisar a la policía- dijeron ayudándola a levantarse.
Con dificultad llegaron arriba. Desde allí avisaron a los guardacostas  a través de la emisora del faro.


Cuando llegó la lancha de la policía, ya se encontraban en la casa, practicando una primera cura a Ana. Ella les relató lo mismo que había contado a las chicas.
-Vamos a trasladarlas, tiene que ir a que la atiendan- dijeron.
Ya se encontraban en la lancha, cuando recibieron una comunicación, un policía se acercó y les dijo -Han encontrado una embarcación naufragada en las rocas, en el choque ha quedado destrozada y sus tripulantes han muerto- siguió diciendo- parece que en la cabina, además de varias armas y dinero, se hallaba una escultura en vuelta en una manta. Creo que le pertenece señora.


Una semana después.
-Tía has tomado la decisión correcta, entregar la escultura al museo.
-Sí, no podía quedarme algo tan valioso. Parece que pertenecía a la Cultura Inca o Malla, ahora está en el lugar correcto.
- Piénsalo- le dijo Natalia- vente a vivir con nosotros y deja el faro.
-Alguna temporada iré- respondió-pero mi vida es este lugar.
- Te prometo venir en mis vacaciones. Solo espero que las aventuras sean menos intensas.
Y abrazándose, rieron las dos.
     
                                 FIN
                            



  

domingo, 3 de abril de 2016

El secreto del faro. Primera parte


                                  Primera parte


Las dos amigas estaban ilusionadas por comenzar sus vacaciones. En el momento de subir a la embarcación, tenían la emoción a flor de piel.
- ¿Crees que hicimos bien aceptando la invitación de tu tía?- preguntó Emma-
-¡Claro!- respondió Natalia. - Así le haremos compañía. Lleva tanto tiempo haciéndose cargo del faro... desde que murió mi tío se siente muy sola.
- Se avecina temporal- les dijo el patrón de la lancha que las acercaba al faro.
-En días así su tía se queda aislada- siguió diciendo.
-Utiliza la lancha que tiene en el embarcadero para ir al pueblo, así tiene provisiones para pasar los temporales.
A lo lejos, el faro cubierto de una espesa niebla, infundía temor...
-Su tía es muy tozuda. Es innecesario que viva ahí, ahora el faro funciona de forma automática. Pero Ana se acostumbró a esa vida, y no hay nada que la saque de allí.
Cuando llegaron al embarcadero, las olas hacían que la lancha se balanceara en un vaivén tan intenso, que difícilmente pusieron pie en tierra.
-Pasen unas buenas vacaciones señoritas- Dijo a modo de despedida el barquero.
- Muchas gracias- Respondieron las dos chicas.
Acercándoles las maletas, le hizo una recomendación:
-Recuerden que la cobertura de teléfonos móviles, no siempre va bien en estos parajes. Si suben a lo alto del faro irá mejor.
-Gracias otra vez.
Cogieron las maletas y se encaminaron hacia el faro.
Emma preguntó - ¿Hace mucho que murió tu tío?.
-Tres años- contestó Natalia.
-En realidad, la farera es mi tía- siguió diciendo - mi tío solo la acompañaba, era pescador.
-¿No tuvieron hijos?- siguió preguntando Emma.
-No. Por eso mi tía ahora se siente tan sola.

Las vistas desde el camino que llevaba hasta el faro, eran impresionantes. El inmenso océano y el intenso verdor, regalaban  la vista.
Fueron directas a la casa del farero. Una construcción en la base del faro.
La puerta estaba entreabierta, dentro, un tazón de desayuno reposaba en la mesa de la cocina. En la encimera unos filetes preparados para freír.
-¡Tía Ana!- Gritó Natalia -ya estamos aquí.
Ninguna respuesta.
-Vamos hasta el faro. seguro que está allí- decidieron.
-¡Claro! en qué otro sitio podría estar
-Jajaja- rieron alegres.
Entraron en el el faro y llamaron al unísono - ! Tía Ana, tía Ana!
no obtuvieron respuesta alguna.
-Que raro, subamos- decidieron.
Iniciaron el ascenso por las interminables escaleras. mientras oían el ruido de las olas y el viento.
- ¿Estaremos seguras aquí? pregunto temerosa Emma.
-Por supuesto que sí- contestó Natalia- no olvides que este faro lleva aquí toda la vida.
-Es verdad- respiró aliviada Emma.
Cuando faltaba poco para llegar a la cima del faro, vieron en las últimas escaleras, un teléfono móvil caído. Lo recogieron mirándose una a la otra, y siguieron el ascenso.
Cuando llegaron, no había nadie, solo la inmensidad del océano. Durante un rato se quedaron mirando las grandiosas  vistas. Comprendieron la importancia que tenía el faro para la guía de los navegantes.
-¿Dónde estará?- se preguntaron, volviendo a la realidad.
-Es extraño, sabía que veníamos.
-Y su móvil caído... me estoy asustando- dijo Emma.
-Bajemos a la cala- decidió Natalia.
Descendieron las escaleras, apurando el paso nerviosas.
Al salir, el temporal arreciaba. Retrocedieron y se volvieron a meter en el faro. Fue en ese momento, en el que vieron algo que no habían reparado al subir, algo que las sobrecogió.
                    
                           Fin de la primera parte.