El ciclo de vida de una mariposa se asemeja al de muchas mujeres.
Se pasan media vida en fase de gusano, arrastradas, pisoteadas e injustamente tratadas.
El gusano es la peor etapa, tienes que esconderte y tratar de esquivar que te pisen; aún así no lo consigues del todo, logras que no te aplasten pero no puedes evitar las heridas, el dolor... consigues curar pero sigues enfermo durante mucho tiempo...
Un día se desprende el pedazo dañado, se queda ahí, en un lado del camino... durante mucho tiempo se va pudriendo hasta que observas que se ha secado. Es hora de convertirte en crisálida y transformar tu vida.
La fase de crisálida no es fácil, tienes que permanecer un tiempo cambiando y desprendiendote de la piel anterior, es un proceso duro y difícil. Dentro de tu envoltorio sigues siendo vulnerable, más si cabe, que en tu etapa de gusano en la que podías escapar y esconderte...
Llega el día! sale la mariposa, bella y renovada, desprendida de sufrimiento y dispuesta a volar. Durante un tiempo necesitas secar las alas, todavía están húmedas y pegajosas, pero ya puedes desplegarlas y volar hasta una flor cercana donde lleguen los rayos del sol. Emprendes el vuelo de tu nueva vida, desde lo alto observas el trozo desprendido y seco que ha quedado en el camino y piensas que quizás estuviste demasiado tiempo en fase de gusano...